Desde los grandes ventanales, a pié de calle, ya podemos vislumbrar el rincón donde se cuece todo; la cocina, con sus grandes broches donde se asan los pollos a la Brese y las enormes ollas y cazuelas en color cobre que cuelgan del techo. Una vez dentro, lo que llama fuertemente la atención son las vitrinas repletas de pasteles "obra" del reconocidísimo Escribà (lo que te lleva a concienciarte de la importancia de dejarse un hueco en el estómago para los postres...).
Al abrir la carta te encuentras una breve lista de propuestas compuesta principalmente de pequeños platos como entrantes (nosotros fuimos 4 y compartimos brandada de bacalao, sobrasada de Can Rovira, una tarrina de queso y hummus) todos ellos excelentes, raciones más que razonables y con una presentación digna de ver (nos recordó a los utensilios de una casita de muñecas). Como plato principal cada uno se pidió un plato; ¡tanto el pollo a l'ast como el pescado del día acompañados por patatas fritas y verduritas (cocidas en su justa medida) estaban de escándalo!
La relación calidad/cantidad - precio notable (Aprox. 30€ por persona).
Conclusión... Quien diga que comer pollo no es chic... ¡SE EQUIVOCA! :)
Nice !!! Cuándo el presupuesto me lo permita le haré una visita ;) ! Besos
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